Las atmósferas profundas y perpetuas
de Martirene Alcántara
Sinuosas, sólidas y sugerentes son las formas que se presentan ante los ojos del espectador del trabajo fotográfico de Martirene Alcántara, sus imágenes son una especie de unión de los contrarios, una envoltura gráfica que vincula lo complementario, aquello que aparenta ser irreconciliable y antagónico. Así lo hace con sus temas, con sus formas y a su estilo, es visible en sus representaciones de corte arquitectónico que muestran las estructuras sólidas y tangibles que rigen las formas de vida urbana a través de puertas, vados, sólidos muros, entrecortes de piezas metálicas que brindan la rigidez necesaria, la estructura para que lo demás se deslice y se transmute en suavidad, en insinuación, sugerencia de vida cotidiana. Lo hace a través del color que es su favorito –más que el blanco y negro- y de las texturas realzadas ápticas al tacto y al ojo, que trabaja de manera casi monocromática con cierto acento colorístico o matiz que subraya con sutileza el tema propuesto.
Este gusto de Martirene por el color sensible –en el más amplio sentido de la palabra-, proviene de su encuentro desde niña con los caballetes, cuadros, telas preparadas para sostener tubos de óleo, papeles para acuarelas, pinceles y paletas de suaves tintes paisajísticos. Entonces se encontró jugando entre cuadros de gran formato y contrastantes luces y sombras, con un gran colorido de frutas y personajes cotidianos. Así probablemente alimentó su percepción visual agudizando sus sentidos, y al hacerse evidentes sus aptitudes fotográficas hizo a un lado su vocación hacia los andamios arquitectónicos, carrera que le apasionó y de la que no se ha alejado del todo pues imprime en sus imágenes una gran fuerza de estructuras gráficas. Como ejemplo está la imagen de sus sillas playeras que emergen de una atmósfera brumosa en algún lugar de Italia, denotan soledad infinita ante la fuerza del mar y del cielo tenuemente azules y que finalmente el toque en rojo que tienen las sillas sólo acentúa esa sensación de inexistencia del otro: amor o tenue pasión.
Con ese estilo gráfico suave y pausado con el que recorre el mundo entero en búsqueda de su imagen ideal. Viaja enorme distancias, con sus cámaras al hombro, en tren, en auto, a pie; planea, observa, regresa después de días, espera horas, y siempre en búsqueda del momento, de la estación del año, de la hora necesaria para captar la luz adecuada. Recuerda la paciencia gráfica de Dolores Alvarez Bravo, en espera de que se conjuguen las sombras y los personajes subiendo y bajando unas escaleras escherianas, es todo un juego lumínico visual. Es capaz de trasladarse a la vieja civilización, llegar a Grecia en búsqueda de los lugares que pisó y visitó su más admirado fotógrafo, el estadounidense Howard Bond. Es capaz de llevar el acelerador por más de 18 mil kilómetros europeos, buscando lo que nadie imagina ni se espera. Martirene se documenta, investiga y con ello sigue sus impulsos y corazonadas de esa síntesis analítica obtiene un sesgo individual de recreación y creación, también ha visitado el Lejano Oriente en búsqueda de las ricas especias visuales.
Ha recorrido California, Estados Unidos y la Sierra Gorda de Querétaro documentando gráficamente cada una de las Misiones de origen. Irá ahora al encuentro de un lejano camposanto en el continente Africano, sólo para seguir trabajando con las imágenes de presencias fantasmales y ausencias concretas. Así Martirene dispara en un microsegundo su obturador y trasmuta toda su fuerza y energía de vida a imágenes que después imprime hasta que su refinado gusto por los suaves matices y los altos contrastes le indican. Son ahora estos temas los que más ocupan su atención: los cementerios, los fantasmas y lo obscuro, yo diría que sus temas favoritos -sea cual sea el pretexto visual- son las atmósferas y la luz.
Las imágenes emergen de los camposantos donde la importancia estriba más en las representaciones escultóricas, los ángeles y guardianes de estas tumbas son objetos fotográficos que parecen platicar y contar sendas historias de cada personaje vigilado. Tristeza, dolor, profunda meditación, una actitud de notable responsabilidad ante la tarea encomendada, son algunas de las trasmutaciones fotográficas. Es en estos temas donde se hace evidente la necesidad de una media luz, del uso de la bruma y la penumbra, de la preferencia por los tonos semi cálidos del otoño o de los fríos azules otoñales que se convierten en una grata atmósfera mortuoria. De los camposantos presentamos algunas de sus predilectas imágenes donde captura el rostro y gesto expresivo de La Doliente, escultural manera de acercarse a la muerte. Timidez y El Angel Exterminador, nos conecta con su gusto por el object trouvée, son estos objetos nos que narran su propia historia, el abandono y la soledad; un hecho aparentemente fortuito, que no casual, son los brazos de una pareja que se sobreponen a sus ruinas y se encuentran por encima de su trágico destino en Hasta que la Muerte nos Separe. Sentido del humor, juego visual y gusto por el encuentro con la imagen es lo que representa esta miniserie de un trabajo más amplio y profundo que prepara la autora, las representaciones de Martirene llegan a profundizar en la meditación y en la emoción de lo que está aquí presente, evocando lo que ya se fue.
Viendo las imágenes se corrobora la búsqueda de la fotógrafa por esperar la época, el clima, la hora y el momento más propicio para su toma, es una cazadora de imágenes y para capturar a su presa tiene toda la paciencia y el talento necesario. No le gustan los retratos de los personajes, prefiere referirse a las personas a través de sus sombras y sus reflejos, es bien conocida su imagen de la serie de Fantasmas, allí aparece Fátma, fantasma de aire, suave, deslizándose en medio de las estructuras arquitectónicas propias de un palacio de cuento y sin verle el rostro –pues no es necesario- la conocemos, la intuimos bajo el shador y el elegante traje de su natal Pakistán. Movimiento Actual presenta su Fantasma de Agua y Calatrava sobre el Río con apariencia de pinceladas impresionistas capturó en representaciones acuáticas a los personajes, que muestran la presencia fantasmagórica de los vivos: fugaz e inasible. Esos a quienes retrata en el anonimato sin mostrar una faz, una mirada, una mueca o un gesto ante la presencia casi inaudible pero bien visible de la cámara -pues si bien en un principio trabajó con equipo de 35 mm, ahora se le ha dado el gusto por el medio formato y con sus cámaras de 6 x 4 1/2 y de 6 x 7 cm- con el equipo que se apoya para fotografiar a los vivos y muertos en el mismo plano de existencia virtual, el retrato por lo que representan ante sus templados ojos los objetos y los seres, en su sombra fugaz, autónoma, mutable, la que decide a la autora a capturarlos en sus placas antes de la inevitable huida.
En esta presentación incluimos imágenes de su más reciente producción fotográfica, en su último viaje finisecular a España y Portugal se topó con líneas firmes, sinuosas de los edificios, donde logra que la frialdad del metal se trasmute con la calidez de la luz en sus tonos dorados, cobrizos y sienas y muestren los muros, las esquinas su faz sensual y atrevida, pleno de vida: el metal frío dejó de serlo con el encuadre, la composición, con las suaves líneas que capturó.
Es indudable que las largas estancias de la fotógrafa en el extranjero, le han dado un bagaje cultural y visual diferente, donde la magia se funde con la realidad como en Singapur, Pakistán e Indonesia. Donde la audacia se convierte en parte del juego fotográfico, pues los efectos de la adrenalina ante una correcta exposición lumínica se frenan para dar paso a la razón y la lógica matemática del sistema de zonas. Donde la alta exigencia que hace de su trabajo la hace tomar 96 rollos en 4 meses y rescatar sólo unas cuántas imágenes, es fruto de su profesionalismo y dedicación. Es esta fotógrafa quien anda en búsqueda de un lugar donde editar un maravilloso material que ha producido con más de 2000 imágenes capturadas en 21 misiones construidas por Fray Junípero Serra; la selección de imágenes, la traducción y el texto escrito por la propia autora están listos, y en ese estado esperan el sueño de los justos para que una amable mano editorial se dedique a realizar la edición final y un tiraje adecuado al esfuerzo invertido.
Así aquella jovencita de 15 años que se compró con sus propios ahorros su primera cámara fotográfica, ve ahora el fruto de su esfuerzo, evidente para muchos, aceptado por ella hasta ahora para dedicarse profesional y definitivamente a la fotografía. Martirene Alcántara se aparece así también entre sus miles de fotografías, barroca en su postura y su inteligencia, profunda en sus búsquedas y encuentros de lugares inhóspitos, extraños, poco comunes de fugaces encantos. Mantiene el ojo despierto a las formas que configuran sus temas atmosféricos de postura neoimpresionista, con formas sencillas, sin rebuscamientos, sus colores son sobrios, las líneas limpias aparecen como elementos que despiertan una apariencia neoclásica, en continuidad con su estilo sencillo y complejo de armar las imágenes, la vida y las fotografías que tanto proclaman en esta unión de los contrarios. Es indudable que seguirá a la cacería de las fotografías, en el camposanto africano, el césped o en el agua, en algún lugar que atraiga su mirada en la penumbra o a la media luz del día, proyectos que continúan su pasión por aprehender y darle vida a los muertos, a lo oculto, a la mirada imperceptible.
Rebeca Monroy Nasr